domingo, 4 de noviembre de 2012

Mosaico de Ulises en el Museo Nacional del Bardo en Túnez

El mosaico de Ulises y las Sirenas está inspirado en un fragmento de la Odisea. En él se muestra un barco de velas adornado con una cabeza humana y una  palma. Hay una fila de remeros, y el héroe griego está de pie con las manos atadas al mástil para no sucumbir a los encantos mortales de la música de las sirenas. Alrededor de Ulises se sientan sus compañeros con las orejas tapadas con cera como relata la leyenda. Al pie de unas rocas se encuentran tres sirenas representadas con bustos de mujer aladas y con patas de ave. Una de ellas toca una doble flauta, otra una lira y la tercera, sin instrumentos, se considera la sirena cantante. La obra se encontró en Dougga y está fechada alrededor del 260.
Así relata Homero este episodio en el canto XII de la Odisea
"Tomé al instante un gran pan de cera y lo partí con el agudo bronce en pedacitos, que me puse luego a apretar con mis robustas manos. Pronto se calentó la cera, porque hubo de ceder a la gran fuerza y a los rayos del soberano Helios Hiperiónida, y fui tapando con ella los oídos de todos los compañeros. Atáronme éstos en la nave, de pies y manos, derecho y arrimado a la parte inferior del mástil; ligaron las sogas al mismo; y, sentándose en los bancos, torron a batir con los remos el espumoso mar. Hicimos andar la nave muy rápidamente. y, al hallarnos tan cerca de la orilla que allá pudieran llegar nuestras voces, no se les encubrió a las sirenas que la ligera embarcación navegaba a poca distancia y empezaron un sonoro canto:

- ¡Ea, célebre Odiseo, gloria insigne de los aqueos! Acércate y detén la nave para que oigas nuestra voz. Nadie ha pasado en su negro bajel sin que oyera la suave voz que fluye de nuestra boca; sino que se van todos después de recrearse con ella, sabiendo más que antes; pues sabemos cuántas fatigas padecieron en la vasta Troya argivos y teucros, por la voluntad de los dioses, y conocemos también todo cuanto ocurre en la fértil tierra.

-Esto dijeron con su hermosa voz. Sintióse mi corazón con ganas de oírlas, y moví las cejas, mandando a los compañeros que me desatasen; pero todos se inclinaron y se pusieron a remar. Y, levantándose al punto Perimedes y Euríloco, atáronme con nuevos lazos, que me sujetaban más reciamente. Cuando dejamos atrás las sirenas y ni su voz ni su canto se oían ya, quitáronse mis fieles compañeros la cera con que había yo tapado sus oídos y me soltaron las ligaduras.

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