En tiempos de crisis es importante valorar la importancia del patrimonio cultural y arquitectónico de nuestras ciudades. A Europa le resulta difícil competir en otros ámbitos económicos frente a zonas más pujantes o mercados donde los costes de producción son claramente menores. Pero la herencia clásica que ha conformado nuestra forma de pensar y que ha consolidado unos valores humanistas debe mantenerse pese a las dificultades. No podemos renunciar a lo que hemos conseguido sino luchar por mantenerlo. Invertir en cultura y en la conservación de nuestro patrimonio no es un gasto inútil, es una inversión para un futuro mejor para nosotros mismos y las generaciones posteriores.
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